
Ahora dadle a los polvorones y a los langostinos, que pronto habrá nuevas pizzas. ¡Felices Fiestas!
Marie-Madeleine-Marguerite d'Aubray (22 de Julio de 1630 - 17 de Julio de 1676, Francia), era la marquesa de Brinvillier-La-Motte y también una concienzuda envenedadora. Sus venenos eran distribuídos por doquier para proporcionarle ganancias económicas, satisfacciones personales, y libertad a la hora de relacionarse con sus muchos amantes.
Mostrándose dura al principio, al final confesó tras ser ablandada por un piadoso abad. Sin embargo, la tortura que había de sufrir era obligatoria. Se le aplicó la tortura del agua, que consistía en hacer ingerir al torturado enormes cantidades de líquido, hinchando su vientre monstruosamente y provocando así fuertes dolores.
En la foto, la pizza antes de echarle la mozzarella y meterla al horno.
Ricardo "Richard" Leyva Ramírez (29 de febrero de 1960, El Paso, Texas) es un violador en serie y uno de los asesinos más salvajes y crueles del siglo XX. Mantuvo sumida en el terror a la población de la ciudad de Los Angeles durante 1985. Auto declarado adorador de Satán ante sus víctimas y las cámaras (tras su arresto), los asesinatos de Ramírez adquirieron el tinte mediático de satánicos, en una época en la que los supuestos crimenes de esta índole sembraban pánico en los medios estadounidenses.
Ramírez acababa rápidamente con los hombres adultos, disparándoles en la cabeza o apuñalándolos: eran un mero obstáculo para cebarse con las mujeres. Féminas de cualquier edad eran atadas mientras Ramírez registraba y robaba sus hogares. Luego, eran violadas vaginal, anal y oralmente, y muchas veces asesinadas, golpeadas hasta la muerte con las manos u objetos contundentes, o apuñaladas y mutiladas hasta la extenuación. Sin embargo, a algunas las dejaba vivir, normalmente después de agredirlas sexualmente. También violó al menos a un niño (después de matar a su padre y violar también a su madre) y asesinó a una niña, y mató a más de una anciana: las víctimas de Ramírez se enmarcaban entre los ocho y los más de ochenta años, absolutamente nadie estaba a salvo.
Acusado de cuarenta y cinco cargos, trece de asesinato, Richard Ramírez fue condenado a diecinueve penas de muerte. Actualmente sigue en el corredor de la muerte, recibiendo cartas de sus muchas fans. Una de ellas, la editora Doreen Lioy, se casó con él en 1996.
En la foto podéis ver el bonito resultado. Si os queda bien, podéis hacer una foto también y enseñársela a vuestro primo pequeño, o a quien queráis. Incluso podríais mandársela a Richard Ramírez a prisión. En el corredor de la muerte no debe haber mucho que hacer, y creo que tiene fama de responder bastantes cartas.
John George Haigh (24 de Julio de 1909 - 10 de Agosto de 1949, Inglaterra), "el asesino del baño de ácido", fue un asesino en serie que Holmes y DeBurger clasificarían como "orientado hacia la comodidad", ya que no solo mataba por placer, sino que también extraía importantes ganancias materiales de ello.
También contó que, en realidad, había asesinado para beber la sangre de sus víctimas, y así lo explicó detalladamente en su confesión, describiendo también un sueño recurrente suyo en el que se veía obligado a beber sangre de unos crucifijos, que se transformaban en árboles agonizantes y sangrantes. Sin embargo, teniendo en cuenta los beneficios que obtuvo de sus crimenes, varios doctores consideraron que no se trataba de un loco, como intentó hacer ver su abogado. Fue ahorcado en 1949.
Jean David Nau (¿1635? - 1668), más conocido como François l'Olonnais (o "El Olonés" entre los españoles), fue un capitán pirata francés, cuya especial brutalidad y sadismo le dio fama entre sus enemigos y entre sus propios hombres.
Cerca ya de su muerte, el Olonés protagonizó una grotesca escena cuyo recuerdo nos ha llegado hasta hoy, perfecto símbolo de la extrema violencia de la que hacía gala. Interrogando a dos españoles capturados, tras sufrir una emboscada, parcialmente fallida, por parte de estos, rajó el pecho de uno de los prisioneros con su cuchillo, le extrajo el corazón con la mano y se lo comió frente al otro.
Una vez untada con salsa de tomate, cubrimos la base de la pizza con bonito. Mirad bien cómo queda. Será como observar la versión inocente y culinaria de los cadáveres descuartizados de cientos de españoles del siglo XVII, yaciendo sobre un charco de su propia sangre.